jueves, 7 de septiembre de 2017

Vacaciones de verano

Sheila Algarra




Repaso mi vida tendida en el suelo de la entrada. La desesperación por este calor consigue sacarme los instintos más primarios. Lo he probado todo.

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El reloj de la pared dice que son las 22:03 y el calendario que es 7 de septiembre. No puedo parar de mirarlo, una parte de mi sabe estamos en ese momento, ya me he encargado yo de comprobar que todo está bien. Sin embargo, cada vez que pasa medio minuto, dudo y vuelvo a buscar respuestas en ese aparato circular de madera. El reloj es tan arcaico que me fascina que consiga indicar el momento en el que vivimos. Miro mi maleta verde lima y sigue junto a la puerta. Por un segundo se me ronda la idea de moverla, pero yo no tengo ni fuerzas ni ganas para apartar el equipaje.

Mañana por fin vuelvo al trabajo. Después de mi mes de vacaciones para desconectar, que, por cierto, maldito momento en el que se me ocurrió esto. Irme sin móvil para desconectar me dije, y solo me ha provocado que esté así de angustiada.

¿De qué me ha servido el viaje si no tengo imágenes para recordar? ¿Si no lo puedo enseñar? Si mi memoria ha borrado todo ya.

Algo se arrodilla a mis pies y me ofrece una calma que empieza a vibrar.

En realidad, me ha dado la libertad.

Un sentimiento extraño me empieza a recorrer; ¿es felicidad, tranquilidad, diversión, entretenimiento? No. Creo que por fin sé que estoy aquí. Existo.




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