jueves, 31 de agosto de 2017

En tiempos de incertidumbre


Sheila Algarra

Sociedad sobreinformada en tiempos de exceso de datos, amantes de las evidencias y sin espacio para los matices.  Capaces de volar a cualquier parte e instante y sin tiempo para contemplar. Estar y no encontrar, mirar y no observar.

Generaciones educadas bajo la certeza de la recompensa cortoplacista que hoy no existe. Viviendo constantemente entre el debo y el quiero, entre el valgo y el puedo. Ansiando el olvido del qué queremos. No hay tiempo para la meditación y mucho menos para cambiar de opinión. Significaría perder tiempo.

Por supuesto, hay gente que no. Hay personas que siempre lo tienen todo claro. Esta incertidumbre no forma parte de sus planes. A mí me fascinan. Tienen la visión de negocio perfectamente adaptada a sus aptitudes más personales. Ellos conviven permanentemente con la razón y la suerte. Todos los astros se alinean en sus nacimientos para que estos seres vivan haciendo lo que les gusta y que, además, esté bien valorado social y económicamente. Nunca han tenido dilemas morales. Encantados de la vida y la vida con ellos pueden dejar de leer.
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Me dirijo a los indecisos. Los que viven en tiempos de grandes certezas y ellos no tienen ninguna. Los que un día decidieron apostar por la vocación y a la semana por la seguridad. Los que se quieren mojar, pero miran si el agua está seca.

Y no, no es culpa de ellos, esta sociedad acaba con los sueños, asfixia la esperanza y se limpia con el esfuerzo. Conduce a sus inquilinos a la ansiedad y estos, al luchar por evitarla, acaban olvidando sus metas. Y lo peor de todo es que nos han engañado.

No hay carreras sin salidas ni formaciones con premios. Llegó la crisis de las certezas. Se inyecta la sustancia drogodependiente de la incertidumbre y que, aunque casi nunca lo vemos, puede ser sinónimo de oportunidad.

No podemos seguir pensando bajo la lógica causa-efecto en la que se vivió en unos tiempos que ni si quiera nosotros hemos visto. Este futuro incierto igual viene plagado de robots que sustituyen a la mayoría de nosotros y todo cambia. Igual solo sobrevive el que luchó por ser diferente y miró más allá de la seguridad.

Sí, todos vemos ese futuro muy lejano y creemos que los trabajos que pueden cubrir los robots son muy limitados e inválidos para los que requieren trato con el público. Pero igual no somos conscientes de su alcance; según la Organización Internacional del Trabajo, entre el 47% y el 80% de los trabajos son potencialmente realizables por robots. ¿Podrías afirmar sin dudar que el tuyo es completamente insustituible?

Además, esto no es cosa de ese futuro lejano. En una fábrica china han sustituido al 90% del personal por robots, y la producción ha crecido un 250%. Y esto no llega con el 2017, ya en 2015 una fábrica china también sustituyó a 600 empleados por 60 robots, … Y así muchos ejemplos de cómo esto es ya una realidad.


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Aceptemos la duda. Somos incertidumbre, y hasta que no lo admitamos, no distinguiremos su abanico de posibilidades. Si fuéramos certezas, ¿cuál sería el misterio? La obsesión por la seguridad educa paradójicamente en la inseguridad. Ofuscarse con lo previsible, con la indagación eterna y absurda de la comodidad, es la ansiedad más agónica. 

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