Juan Ignacio Cantero
El 12 de octubre es el día del orgullo Rojigualda, de la ostentación militar, del patriotismo al máximo exponente. Es el día de España, de ese concepto abstracto sin unos límites establecidos pero que todos te dicen que hay que amar u odiar para ser una persona coherente. Algo así como la fe. Unos creen en ello y otros no, pero todos piensan que su causa es más justa y que han de convencer al resto de adherirse a ella.
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El nacionalismo, que tantos problemas genera al crear una
obligación de pertenencia y una repulsa hacia lo extranjero. Una nación a la
que hay que amar y defender, mientras se la magnifica por encima del resto. Este
sentimiento de pertenencia grupal conlleva la búsqueda de un enemigo común para
su total cohesión y para eso, otro nacionalismo es la mejor opción. El ejemplo cinematográfico
se encuentra en la película “La Ola” de Dennis Gansel.
La cruzada independentista catalana propiciada por los
esfuerzos de Artur Mas de tapar el desfalco y corrupción de su partido
(Convergencia i unió) en esa Comunidad, han abierto la veda de la lucha
nacionalista. Los intereses personales de Mas y Convergencia en mantener el
poder a toda costa han despertado el nacionalismo que dormitaba en Cataluña. Pero
si ya es grave que despierte el nacionalismo catalán, todavía lo es más que este hecho haga que el nacionalismo español
active su alerta y busque de nuevo la imposición.
El huracán del catalanismo durmiente, ha levantado la
tempestad del españolismo latente. Y ahora el 12 de octubre, que era un día más fuera del ejército, es el día de la necesidad de una
bandera allí donde vayas, de la confrontación nacionalista y del nacionalismo
exacerbado sea del signo que sea.
La batalla se agudizó el pasado lunes en las redes por comentarios
antinacionalistas de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau y el actor Willy
Toledo entre otros. La opinión pública se radicalizó el día de la hispanidad en
dos bandos diferenciados en hashtags, #nadaquecelebrar #vivaespaña etc.
De repente, todo el mundo es español patriótico o
antiespañol independentista. Los nacionalismos tienden a excluir a otros y eso
es lo que pasa en España. El nacionalismo español repudia al catalán y
viceversa y la pervivencia de uno hace que el otro crezca y se exacerbe. Ambos
son nacionalismos, aunque no siempre nos demos cuenta, y ambos conllevan odio y
exclusión.
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Por eso el día de la hispanidad ha vuelto a ser importante.
Porque el catalanismo sigue creciendo y el españolismo reacciona para no
permitirlo. Una confrontación insuperable mientras el sentimiento nacionalista
perdure con tal fuerza.
Y es que hemos olvidado diferenciar el orgullo del afecto,
el patriotismo del apego… Hemos olvidado que podemos tener una adhesión a
nuestro hogar, a sus gentes, a sus costumbres, a sus festejos, su gastronomía…
y no por ello ondear banderas, cantar himnos o encolerizarnos con lo diferente.
Hemos olvidado que España es todo eso, que Cataluña es todo eso, que Cuenca es
todo eso, que la más pequeña aldea es todo eso… Hemos olvidado que el día de la
hispanidad es todo el año para todos aquellos que lo deseen y, no lo es nunca
para los que no tengan afecto por él. Hemos olvidado lo que genera el nacionalismo
y seguimos consumidos por él.
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