Juan
Ignacio Cantero
Las chimeneas de las fábricas mediáticas siguen vertiendo humo. Los megáfonos del "todo sigue igual" siguen llenando de ruido el ambiente, pero ahora lo hacen con amplificadores. El sol solamente se ve un par de minutos al día, por culpa de las cortinas que ciegan nuestras ventanas...
Desde que el nuevo personaje Podemos abriera el telón y entrase en escena, no han cesado las reacciones de los grandes directores a su actuación revelación. La insistencia en modificar el teatro político nacional dejándole crecer la coleta, no ha gustado a los seguidores de la política declamada.
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Tras el 24-M, nuevas fuerzas de vanguardia estrenaron obras en
Madrid, Barcelona, A Coruña, Zaragoza… y, aunque todavía nadie ha visto el
texto representado por los autores, los sectores tradicionales ya se han puesto
manos a la obra para hacer fracasar los estrenos. “No podéis” y "Ahora Madrid
apesta” son las armas que esgrimen en contra de los nuevos actores.
El censor en forma de medios de comunicación ya trabaja en rebajar la obra al mínimo exponente, elevando sus errores a la máxima potencia. La tragedia de los ayuntamientos llevaba años convertida en drama con los toques de humor negro que las antiguas compañías introducían. Pero aparte del monopolio de la política, también poseen el de ese tipo chistes y atacan a los que los usan en nuevos tipos de dramaturgias.
El humor negro del que iba a ser concejal de cultura en Madrid, Guillermo Zapata, se ha convertido en humo negro nada más estrenar. Unos tweets de hace tiempo y totalmente sacados de contexto han servido a sus detractores para multiplicar su error por 140 caracteres. No formaba parte de la obra cuando escribió aquellos tweets, pero eso no quita que puedan resultar ofensivos para el público que es el que ostenta la razón. Pero la campaña en contra viene de parte de las grandes figuras del teatro político no del público. Si no pueden acabar con la compañía de un plumazo, intentarán ir desprestigiando uno por uno a sus actores. La excusa de esta vez es la afirmación de que el humor tiene límites. Algo totalmente correcto y más cuando se pertenece a la esfera pública o se atenta contra la dignidad de otras personas.
El problema es que el humor negro es reprochado y tildado de fechoría para estos nuevos intérpretes, pero siempre ha sido reído y aplaudido por los viejos directores. Respetar el franquismo, venerar al dictador, insultar a la izquierda, calificar de perroflautas a manifestantes, llamar terroristas a personas sin fundamento alguno, desear un tiro en la nuca a otros dirigentes políticos… Son solo algunos ejemplos del humor negro que siempre ha sido incluido en los libretos y se ha pedido la ovación para él. Y no solo eso. Resulta que en ese empeño por salvaguardar el teatro tradicional, se ha resuelto que el humor negro mal traído y ejecutado es motivo de sanción y de despido. Sin embargo nunca ha habido problemas por fallos de guión o de escena como escándalos de corrupción, incumplimientos de programas, apoyos de los grandes directores a forajidos y negaciones a su propio público.
El teatro político de vanguardia es escandaloso, innovador y los actores desconocidos. Por este motivo no gusta a los amantes del tradicional. Por eso seguirán realizando una crítica fundamentada en 140 caracteres.
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