martes, 16 de junio de 2015

Mentira digital


Sheila Algarra

El capítulo de Black Mirror llamado Be Right Back, representa un futuro marcado por la huella que dejamos tras la participación en las redes sociales como Twitter y en nuestra privacidad como la del correo electrónico. En este mundo, nuestros datos son aprovechados por alguna empresa que recurre a un software que extrae todos los datos que las personas han dejado en la red para establecer un programa que reproduce sus identificaciones y comportamientos.
En este capítulo, vemos como una chica pierde a su novio en un accidente y acude a una aplicación que le permite tenebrosas acciones como escuchar la voz o lograr una réplica casi exacta a la del fallecido. Este hipotético futuro, un tanto macabro, no dista tanto de la realidad en la que ya todos formamos parte. Un ejemplo son las condiciones de uso de los Smart TV de Samsung que tienen una cláusula que advierte al usuario de proteger sus conversaciones frente a sus dispositivos, ya que este podría oír y guardar las conversaciones, con la posibilidad  de cederlas a terceros. Hasta ahora hemos sabido que nuestra privacidad ha sido comprada y vendida, en ocasiones, por empresas para conocer muy bien los gustos y las tendencias de los consumidores y así saber qué vendernos, pero no somos conscientes de las repercusiones tremendas que esto puedo tener.

Nos venden productos y servicios como gratuitos y ni si quiera nos planteamos el por qué. Es una mentira encubierta, en el momento que regalamos nuestros datos, nosotros somos el negocio. Vivimos en la era de la información y nos creemos que no van a traficar con eso, pero casualmente empresas como Google se convierten en millonarias, ¿no eran gratis? Facebook compró WhatsApp por 16 millones de dólares, si fuera gratis, estarían cometiendo una locura. En un documental de “La noche temática” llamado Traficantes de armas digitales, viajan a lo que queda de lo que un día gobernó Gadafi y se cuelan en las ruinas del Ministerio del Interior. Ahí se puede ver el centro de escuchas telefónicas, ahí se guardaban conversaciones de personas por la seguridad de la ciudadanía, supuestamente. Para más incertidumbre de lo que pueden hacer con nuestros testimonios personales, los equipos de espionaje digitales son enormes y las empresas occidentales se las han vendido a las dictaduras más peligrosas y lo más sorprendente es que es legal.

Las nuevas tecnologías han ahogado en un mar de incógnitas a la sociedad en los últimos años. Una dependencia disfrazada de libertad. Nos venden redes sociales y aplicaciones  por un precio difícilmente perceptible, pero real. Nuestra privacidad tiene un valor intangible a la que es muy difícil ponerle un precio, pero al menos debemos ser conscientes de la existencia de ello. Aceptamos  las cláusulas de privacidad sin apenas leerlas, regalamos nuestros datos y una vez dentro, comienzan a saquearnos con consecuencias todavía desconocidas.



0 comentarios:

Publicar un comentario