jueves, 11 de junio de 2015

Así de claro


Juan Ignacio Cantero

Hay veces en que la frase: “no dura tres telediarios” se cumple literalmente. Así de claro el nuevo espacio de Ernesto Sáenz de Buruaga en TVE ha emitido tres programas antes de desaparecer. Se puede decir que ha pasado a mejor vida, pero nunca que pasará la historia. Su cancelación está basada en unas pobres cifras de audiencia, pero los índices de espectadores suelen tener un trasfondo explicativo. El del programa de Buruaga lo tiene: y es que era un flagrante despropósito y un insulto a la televisión pública de todos los ciudadanos.

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Así de claro ha sido solo un escaparate del deterioro de la playa de TVE tras el ataque de las gaviotas. De por sí, la cadena pública ya ha perdido un tercio de la audiencia desde el inicio de la legislatura azul, aunque ese no es el principal problema. En un medio público no debemos mirar únicamente el share o la rentabilidad, sino que sea reflejo de todos los ciudadanos, que son los que lo mantienen. Pero el gobierno popular se ha encargado de deshonrar a su nombre y de que RTVE sea de todos menos del pueblo. La televisión pública española se ve hoy en día con rayas que pintan el mundo de azul Gobierno. Su marca personal es una información sesgada, un perrofalderismo hacia el partido de Moncloa y un antiperiodismo feroz.

El programa de Buruaga pretendió ser una ramificación de ese potente tronco que lleva tiempo sin dar fruta fresca y comestible. El espacio tomaba aspecto de debate, pero sin tener en cuenta que para que haya debate hace falta tener distintas opiniones. Sin duda alguna, era el espacio con menos pluralidad de todo el panorama televisivo, y eso viniendo de la pública es intolerable. Una especie de No-Do disfrazado de color, en el que una serie de personajes añoraban tiempos pasados y defendían su reproducción en el presente. Alfonso Rojo, Victoria Prego o Ángel Expósito se deleitaban con la carnaza de algún personaje escogido con precaución para estar indefenso y servir de carroña para los buitres reales. Y por si fuera poco, el propio moderador, Sáenz de Buruaga, se dedicaba a comentar las jugadas continuamente, expresando su opinión todopoderosa. Los temas e imágenes estaban minuciosamente seleccionados, para machacar a la oposición y aupar al PP como partido único e indiscutible, y sin embargo, tenías que escuchar a los tertulianos diciendo que Podemos es hitleriano y dictatorial.

¿Es esta propaganda política gratis y desinteresada? La respuesta es no, ya que los tertulianos del programa cobraban 500 euros por cada intervención. Un mitin subvencionado por parte de la televisión pública que nosotros mantenemos y que el Gobierno controla. A ellos que tanto les gusta hacer comparaciones de partidos políticos con regímenes dictatoriales, hay que decirles que el control de la opinión pública y la manipulación de los medios de comunicación hacia el sectarismo, son acciones propias de un sistema que apuesta por la falta de libertad y el poder institucionalizado.

TVE no es el primer ejemplo, ya que Canal Nou, Castilla-La Mancha Televisión y Telemadrid entre otros, ya han sido víctimas de la prestidigitación. El caso de la pública madrileña es precisamente un calco de lo que se ha hecho con la estatal, con propaganda subvencionada, amiguetes ideológicos y concesiones a dedo.




El problema para estos Gobiernos, es que pese a que piensen que los ciudadanos son estúpidos y aceptan toda la basura coloreada que se les arroja, lo cierto es que a mayor manipulación menor audiencia. No es una ley matemática, pero sí que en los casos mencionados se vio un claro deterioro de los índices de espectadores en esas cadenas tras convertirse en aparatos del partido. Pero aún así, se seguirá gastando nuestro dinero en desinformarnos y emitir programas para intentar que apartemos  la mirada del ojo del huracán, para que la pongamos en el viento que se genera alrededor. Por muchos programas de ese estilo que sigan emitiendo, la gente seguirá repudiándolos hasta que se cancelen. Así de claro.

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